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Tony Gwynn no sólo tenía el talento, sino el trato humano

Tras la triste noticia, es su risa lo que recordamos. Eso será lo que muchos extrañarán ante la muerte de Tony Gwynn la mañana del lunes a los 54 años de edad. Esa risa llenó los vestidores y las cuevas del béisbol durante 33 años, y todos los que fueron testigos se sienten afortunados.

Hoy, si le preguntas a casi cualquiera que haya jugado con Tony Gwynn, haya sido su manager o haya sido parte de los medios durante su carrera -- de hecho, si le preguntas a cualquiera de las miles de personas a las que impactó en su tiempo en la tierra -- hay una gran posibilidad de que señalen esa risa.

Incluso cuando el cáncer se apoderó del cuerpo de Gwynn en los últimos años, sus amigos señalaron que su optimismo se mantuvo intacto. Durante 20 campañas con los Padres, Tony Gwynn nunca pareció tener un mal día, y ése podría ser uno de los mejores legados posibles para cualquiera. Esa risa fue acompañada por una sonrisa que encantó a todo un deporte -- y toda una ciudad.

Era una sonrisa que hacía de Gwynn accesible para casi todos. Llegaba al estadio cuatro horas antes de un partido, en ocasiones con una cuantas hamburguesas, y hacía una muy buena imitación del hombre más feliz del mundo.

Gwynn dijo que aprendía algo nuevo cada día en el estadio y no veía la hora de estar ahí. Le daba la bienvenida a casi cada persona que pasaba por la puerta. Gwynn bromeaba con cualquier persona y hasta en ocasiones se burlaba de ella. Se vestía lentamente, como si estuviera disfrutando de cada momento, como si estuviera disfrutando de cada minuto que podía estar en el estadio.

Y Gwynn conversaba con todos -- a compañeros, periodistas, jugadores de otros equipos … la verdad, con todos. Hoy hay cientos de personas -- compañeros, empleados del clubhouse, directivos -- quienes están de luto porque este hombre extraordinario los hizo sentir importantes.

La gente en el béisbol -- quienes jugaron junto a él, aquellos que fueron sus oponentes -- estuvo impresionada con su talento. Tras su muerte, muchos se enfocarán en el hecho de que hizo que el deporte más difícil del mundo luciera bastante fácil.

Gwynn fue un pelotero bastante dotado, un muchacho que estudió en la universidad de San Diego State con una beca de baloncesto. No jugó béisbol en sus primeros dos años universitarios. Sin embargo, cuando comenzó como pelotero, hizo cosas de que no se dejarán de hablar.

Es verdad que Gwynn tuvo excelentes dotes físicos. El patrón que siempre identificará a Tony Gwynn es de batear de foul varios lanzamientos imbateables y luego darle al que estaba buscando para conectar un hit entre la antesala y el campo corto. Hacer eso con tanta frecuencia y tan fácilmente, nunca se podrá explicar.

Por otra parte, no lleguen a pensar que esto haya sido fácil para Gwynn. Trabajaba incansablemente. Gwynn era un obsesionado en el estudiar de video antes de que eso entrara de moda. En ocasiones le solicitaba a su esposa, Alicia, grabar los juegos por televisión para que los pudiera estudiar después.

Gwynn también sabía de pitcheo. El coach de los Gigantes, Tim Flannery, un compañero de equipo y amigo en los Padres, le dijo al periódico San Diego Union-Tribune una historia de cuando caminaban de regreso al hotel en Cincinnati después de un juego que fue suspendido.

"Oye Flan, quiero que estés listo mañana, porque este muchacho me tirará un slider en su primer pitcheo, la enviaré hacia el canal del jardín izquierdo, empujaré dos para empatar el partido", Flannery recordó a Gwynn decir.

Eso fue exactamente lo que ocurrió al día siguiente, y Flannery dijo que lo mejor de la historia fue que Gwynn sabía lo que el serpentinero lanzaría antes de que el mismo pitcher supiera.

Gwynn ganó ocho títulos de bateo en la Liga Nacional con los Padres y se retiró en el 2001 con un promedio de por vida de .338, el mejor en 62 años. Sus 3,141 imparables lo colocan de 19no en la lista de todos los tiempos. Recibió el 97.6 por ciento de los votos en su primer año en la papeleta para el Salón de la Fama en diciembre del 2006.

Los bateadores podrían estudiar durante años la estrategia de Gwynn en el plato. Su mentalidad en cada turno era como un juego dentro del juego. Gwynn sabía qué armas tenía el lanzador y cómo las empleaba. También sabía cuáles eran sus propios puntos fuertes -- atacar la zona de strike y emplear todo el terreno. Analizaba el juego desde cada ángulo, pero cuando entraba a la caja de bateo, Gwynn tenía la capacidad de desmantelar todo y enfocarse en una o dos cosas.

Pero ahora enfocarse sólo en sus logros es no fijarse en gran parte del motivo de lo dolorosa que es la muerte de Tony Gwynn para muchos. Como lo dijo otro de sus compañeros, Trevor Hoffman, la vida de Gwynn fue de dignidad y decencia.

Gwynn era alguien que todos apoyaban porque representaba lo mejor de todos, no solamente en conseguir grandes logros, sino por hacerlo con humildad y buen humor.

También batalló con el cáncer de la misma manera, con tenacidad y determinación. Al final, su legado será de todas esas cosas, con los amigos que conoció, con la gente a la que impactó y el juego en el que brilló durante 20 temporadas.

Por Richard Justice / MLB.com

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