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José Ramírez: Una estrella de Baní que brilla con luz propia en las Mayores

Eran las 9 de la mañana aproximadamente cuando José Ramírez comenzó su práctica en el terreno de un estadio aledaño a Baní, en República Dominicana.

Al pelotero de los Indios de Cleveland lo acompañaban alrededor de treinta niños con los que se podrían hacer dos equipos de béisbol, y no definimos un número exacto porque eran muchos los jóvenes que se encontraban en el estadio presenciando la práctica de José, sin interrumpirlo y simplemente admirando a la nueva estrella dominicana.

Mientras José tomaba sus roletas, los niños se salieron del terreno, dejándole todo el espacio a la estrella y cuando fue a batear, entonces los infantes fueron corriendo rumbo a los bosques para recoger todas las pelotas que Ramírez bateara. Todo esto sucedió espontáneamente, lo hacían por amor, porque estaban viendo en acción a un ejemplo a seguir para ellos.

Y no es para menos, pues José Ramírez pudo haber sido uno de esos niños y hoy día vive su sueño en el mejor béisbol del mundo.

Tras tomar un sinnúmero de roletas y batear muchísimas pelotas, José Ramírez terminó su práctica y nos llevó al Barrio Villa Majega, donde él se crió.

Al bajarnos de los autos, era increíble ver la manera como los vecinos del barrio lo llamaban, todos fuera de sus casas para ver cuando él pasaba. Eso sin incluir que detrás tenía unos diez o doce niños siguiéndolo y haciéndole preguntas constantemente.

Era alegría lo que se veía en el rostro de cada una de esas personas al ver a José caminar por los predios del lugar que lo vio crecer.

La primera parada en el barrio fue la casa de su abuela, la persona que lo crió y donde José pasaba la mayor parte del tiempo. Al día de hoy, la anciana aún vive allí y un José que vive agradecido de ella la fue a visitar. Entre familiares, amigos y conocidos, todos iban a donde él a saludarlo.

Al salir de la casa de su abuela nos dirigimos al parque donde José dio sus primeros pasos como pelotero. Justamente en ese momento había un arsenal de niños practicando, algunos sin guantes, otros sin los zapatos adecuados para practicar béisbol, los conocidos “pinchos”, así como José practicó muchísimas veces, en un estadio donde no hay un cuadro definido, ni mucho menos verjas. Pero ahora, juega en uno de Grandes Ligas ejerciendo una profesión que, según él, lo enamoró desde sus 10 años.

En ese momento, José aprovechó para compartir con los niños, que indudablemente se volvieron locos al verlo practicar junto a ellos. Ese fue un momento memorable y que colmó de lágrimas los ojos de los presentes. Incluidos nosotros.

Tras caminar nuevamente por el barrio alrededor de una hora, nuestra ruta era hacia la casa de la madre de José, a unos diez minutos. Al llegar allí era un escenario completamente diferente al que Ramírez se crió. Una casa muy elegante la cual José con mucho sacrifico le regaló a su madre y donde viven también sus hermanos, entre otros familiares.

Siendo un jugador pequeño con una medida de 5’9’’, fueron muchos los “pero” que le pusieron para lograr todas sus metas: “No fue fácil, yo le agradezco mucho a mi padre y a mi entrenador que me ayudó bastante, siempre me decían que no le hiciera caso a eso que en las Grandes Ligas habían muchos jugadores pequeños también”.

Pero el jugador de los Indios de Cleveland no es el único que le podría dar alegrías a la familia. Uno de sus hermanos es un gran prospecto y podría firmar con alguna organización de las Grandes Ligas muy pronto.

Ahora José disfruta de su sacrificio con Cleveland en las Mayores y eso está confirmado con sus números en el 2017. En 152 juegos bateó para promedio de .318 con 56 dobles, 29 jonrones y 83 carreras impulsadas, lo que lo colocó como finalista al Jugador Más Valioso de la Liga Americana.

Precisamente el pasado año Ramírez estuvo presente en la racha de 22 victorias de los Indios; “Todo el mundo llegaba con una actitud increíble, estábamos relajados. Fue una bonita experiencia ganar 22 juegos en fila, estábamos muy unidos y me siento muy contento por mi equipo”. Adicionalmente, José fue seleccionado al Juego de Estrellas del 2017 en Miami, otro logro más para su carrera; “Le doy gracias a Dios por eso, también a los fanáticos que me ayudaron a estar ahí, no solamente la fanaticada de Cleveland, sino del mundo entero”.

Por último, para José lo más importante es su familia; “Le doy gracias a Dios por darme la bendición de tener siempre a mi familia unida, mis amigos, todos aquí. Es una bendición” expresó ‘MrLapara’ desde el techo de la casa de su madre, donde hay una terraza con billar y juegos electrónicos.

Definitivamente el ver las raíces de este jugador nos hace creer más en la frase “querer es poder en la vida”, porque de dónde vengas no es lo más importante, sino el deseo, las ganas de progresar y el trabajo duro. Solo eso te llevará lejos. En el béisbol y en la vida.

Por Joshua Vazquez

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