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#MLB: José Ramírez fue rechazado varias veces por pequeño

Santo Domingo - Cientos de peloteros dominicanos tienen su historia y la del diminuto de los Indios de Cleveland José Ramírez no es la excepción. Por ser pequeño  fue re rechazado por scouts y  escuelas  del municipio de Baní, sino también por diferentes scouts del béisbol organizado.

Diferentes mensajes recibió el padre de Ramírez cuando este quiso incluir  a su progenitor en los programas (escuelas de enseñanzas de béisbol), pero esto no quitó el sueño al pequeño gigante. Para ese entonces  José midió cinco pies y nueve pulgadas de estatura y unas 180 libras.

Fue un caso muy parecido al del otrora Luís Polonia, bateador zurdo y de buenas piernas, pero para los scouts su tamaño no era el indicado, hasta que Polonia  llegó al ojo de Juan Marichal, quien le dio la oportunidad y lo firmó para los Atléticos de Oakland en el 1984.

La salvación al sueño de Ramírez llegó de la mano del scout Ramón Peña, quien para el 2009 trabajó para los Indios de Cleveland.

Empero las cosas no fueron tan fácil para que Peña firmara a Ramírez: “Nunca dejaré de darle gracias a Ramón , quien fue el único que creyó en mí. Recuerdo que desde que me vio le gusté, sin embargo, sus compañeros scouts de Cleveland le decían que como me firmarían si yo soy chiquito y para ese entonces mi velocidad era muy mala”, narró Ramírez en el programa La Semana Deportiva de este domingo, donde fue el invitado especial.

“Peña vio cualidades en mí que nadie vio. Desde que me observó en un tryout se impactó por mi forma de juego, y gracias a Dios terminó convenciendo a los scouts americano. Al final me dieron 50 mil dólares. De no haber sido por él, creo no me hubiera firmado nadie”, comentó en La Semana Deportiva, programa dominical que transmite por CDN Sports Max, con los panelistas Héctor J Cruz, José Luís Mendoza, Melvin Bejarán y Miguel Batista.

“Fueron muchas las ligas y programas que le decían que no a mi papá, pero eso siempre me dio fuerza. Gracias a Dios llegó una mano amiga, ya que Enrique Soto me admitió en su liga, lo primero que me dijo fue que debía trabajar mis piernas. En ese momento recuerdo que hice 7.2 a las 60 yardas, una velocidad muy mala para un hombre chiquito como yo”, agregó.

 Dijo que recuerda muy bien un día que alguien le dijo a su padre en el barrio Villa Majega de Baní: “Que me llevara de ahí porque nunca iba a echar adelante como pelotero, eso fue lo que me dio fuerzas de seguir adelante, además de que mi padre siempre fue mi fortaleza y no me dejó frustrar. Siempre estuvo a mi lado para sobrepasar esas vicisitudes”.

“Mi padre siempre me dijo que vea los peloteros chiquitos que había para ese entonces en Grandes Ligas, que por qué yo no podía llegar y eso fue lo que hice”, precisó.

Su peinado

Ramírez tiene en su cabeza un estridente recorte, además de que su pelo es rubio.

La historia del peinado llegó como hobie cuando inició la campaña del 2016. Con el pasar de los juegos Ramírez no quiso quitarse el pelo ni el corte debido a que, según él, le trajo suerte.

“Se me hizo difícil quitármelo, ya que entendí que con el corte de pelo y el color que antes era naranja me estaba yendo bien”, comentó. temprano a los Campos de Entrenamientos, trabajar en hacer pesas e ir a hacer swing, lo que al final me rindió grandes dividendos”, observó Ramírez. “Hacer swing e ir en busca de buenos pitcheos sin importar los ponches fue mi meta y lo logré gracias a Dios”.

“Yo fui con mi mente puesta en que debía ganarme un puesto, ya que entendía que la temporada del 2015 no fue muy buena. Además de que Terry Francona, nuestro dirigente me lo había advertido de que yo no tenía nada seguro con el equipo, y que ellos me tenían en sus planes como un utility para la temporada del 2016, entonces yo practiqué en todas las posiciones del cuadro interior”, dijo.

Elogió la forma de dirigir de Francona, ya que según él confía mucho en sus peloteros.

Ramírez fue usado en varias posiciones por Francona. Jugó 117 partidos en la tercera base, 48 en el jardín izquierdo, nueve en segunda y cinco en el campo corto.

Por William Aish 

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